Cómo limpiar y mantener tus herramientas de bricolaje: manual para sentimentales

Sabemos que te encantan las herramientas. Amas las herramientas, pero intenta comprar aquellas que necesitas y no acumules material por el simple hecho de acumularlo.

Cuando escojas una herramienta invierte tiempo en aprender a utilizarla. Y una vez utilizada no la tires en cualquier lugar, destina un espacio para su almacenamiento y antes de guardarla, ¡límpiala y no seas cochino!

Ah, las herramientas de bricolaje... esas amigas inseparables en nuestras aventuras creativas, desde colgar un cuadro hasta construir un robot a control remoto (o al menos intentarlo). Pero como toda relación sana, requiere cuidados y atenciones. Sí, amigos míos, limpiar y mantener tus herramientas no solo es una cuestión de higiene, sino también un acto de amor.

Primer paso: el arte del desapego

Antes de sumergirte en la limpieza, es hora de ser honestos. ¿Realmente necesitas esa llave inglesa oxidada que heredaste de tu abuelo? ¿O ese destornillador con mango multicolor que compraste en una subasta nocturna? ¿De verdad necesitas oootro martillo, que ya tienes 7 en casa? ¿En serio vas a comprar otro set de tornillos variados sin saber para qué o por qué?

Posibles escenarios:

  • Herramientas inservibles: Deshazte de ellas sin remordimientos. Puedes donarlas a un taller de bricolaje o reciclarlas. Puedes convertirlas en esculturas, en apoyalibros. Pero no acumules herramientas rotas, desgastadas o inutilizadas.
  • Herramientas poco usadas: Si no las has utilizado en el último año, tal vez no las necesites. Véndelas o dáselas a alguien que les dé más uso. Pero vamos, que si no eres de regalar, puedes venderla en MilAnuncios o en el Marketplace de Facebook. ¡Para eso no necesitas a un community manager!

La verdad es que estos consejos se podrían aplicar a pintores amateurs, modelistas aficionados, intentos de chefs o cocineros de la mejor carne que puedas encontrar... en el supermercado.

Segundo paso: el arsenal de limpieza

Para devolverle el brillo a tus herramientas, necesitarás un arsenal de productos, aunque tampoco te vuelvas loco. Vamos de tranquis y paso a paso:

  • Agua caliente: Un clásico infalible, puede ser muy útil añadir bicarbonato y vinagre blanco o limón y vinagre blanco o vinagre blanco a secas.
  • Jabón lavavajillas: Para eliminar la grasa y la suciedad. El de KH7 de una pura maravilla. Y eso que no nos han pagado por la publicidad.
  • Cepillo de dientes viejo: Ideal para acceder a las zonas difíciles. Siempre debe haber un cepillo viejo en tu kit de limpieza.
  • Trapo de tela suave: Para secar y pulir tus herramientas. Ojo con los paños absorventes, esos amarillos, porque sueltan pelusilla y te dejan la herramienta peor.
  • Aceite o spray anti-oxidante: Para protegerlas del óxido y la corrosión. Solo para los muy frikis y pros.

Tercer paso: la limpieza en acción

¡Es hora de poner manos a la obra! Sigue estos pasos para dejar tus herramientas como nuevas:

  1. Desconecta las herramientas eléctricas antes de empezar. La seguridad es lo primero, incluso para los manazas más despistados. Que sí, que ya sabemos que es algo obvio pero no serías la primera persona en electrocutarse por ir de sobrada y no desenchufar lo que debía desenchufar. ¡No te confíes!
  2. Sumerge las herramientas en agua caliente con jabón durante unos minutos. Esto ayudará a ablandar la suciedad y la grasa. NO LO HAGAS CON HERRAMIENTA ELÉCTRICA. Un poquito de pofavó.
  3. Frota las herramientas con el cepillo de dientes, prestando especial atención a las zonas con más suciedad. En el caso de la herramienta eléctrica usa el cepillo en seco o solo ligeramente humedecido y termina secando con un paño.
  4. Enjuaga las herramientas con agua limpia y sécalas con el trapo de tela. Si es eléctrica no enjuagues al igual que no sumerjes, simplemente pasas un trapo seco o casi seco.
  5. Aplica una capa de aceite o spray anti-oxidante para protegerlas del óxido y la corrosión. Esto es para las zonas de trabajo y las que se mueven. No seas animalito y no vayas a embadurnar toda la herramienta.

Consejos adicionales:

  • Guarda tus herramientas en un lugar seco y fresco. La humedad y el calor pueden dañarlas. Es habitual ir a buscar una herramienta que hace un año que no necesitas y encontrarla oxidada incluso si no ha tenido usos. Igualmente no guardes tu herramienta húmeda o mojada. Sécala primero.
  • Organiza tus herramientas de forma ordenada. Así las encontrarás fácilmente cuando las necesites. Tu mejor aliada será una caja de herramientas o un armario destinado para tal fin. Etiqueta las cosas. Ordena la tornillería y accesorios en cajas plásticas que puedes comprar en un chino por un par de dolares. El orden es el mejor aliado del bricolaje.
  • No uses productos abrasivos para limpiar tus herramientas. Estos pueden dañar la superficie. Especialmente las zonas de agarre con goma o plástico o las zonas esmaltadas.

Conclusión:

¡Felicidades! Has convertido tus herramientas en objetos relucientes de deseo. Ahora están listas para afrontar nuevos proyectos contigo.

Recuerda que el cuidado y la limpieza son claves para mantener una relación sana y duradera con tus herramientas. Como en cualquier relación, si no cuidas a tu pareja al final el amor desaparece.

Y si alguna vez se te olvidan estos consejos, no te preocupes, siempre puedes recurrir a un tutorial en YouTube o a la sabiduría de un amigo más manitas.

O hacer como hacen los amantes del bricolaje inteligente: visitar y leer este blog de manera frecuente, guardarlo en favoritos de tu navegador y compartirlo en tus redes sociales.

Bonus:

  • Para darle un toque personal a tus herramientas, puedes personalizarlas con etiquetas o pintura. Dar un punto y personalizar tus herramientas es todo un arte en sí mismo y denota pasión e incluso cierto grado de profesionalidad.
  • Comparte fotos de tus herramientas relucientes en las redes sociales y presume de tu trabajo. Manda a la porra a quienes critican que muestres con orgullo lo que haces y lúcete, disfruta de las felicitaciones y los alagos de familiares y amistades. Eso nunca hace daño. Al contrario, alimenta a nuestro niño interior.

¡Hasta la próxima aventura!

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